La obligación de los niños y niñas
La infancia es el periodo de la vida en el que, generalmente, menos preocupaciones y más felicidad deberíamos tener. Una época de inocencia y libertad, que debiera ser siempre la que nos genera recuerdos felices, sin responsabilidades u obligaciones importantes que vamos adquiriendo con la edad, más allá de ir a la escuela y aprender lo que se nos enseña y fijar nuestros vínculos emocionales, según un proceso natural.
Y es que, la infancia y la adolescencia se constituyen como la esencia de una vida más despreocupada que se recuerda con cariño. Jugar con las amistades, encontrar nuevos divertimentos en compañía o disparar la imaginación disfrutando de la libertad del tiempo libre.
Podemos decir que la única obligación de niños y niñas es estudiar. Esto consiste en atender en clase, hacer los deberes y tareas necesarias, tratar de llevar las cosa al día para seguir sus materias y preparar exámenes cuando toca. Esto conforma el tiempo de su día a día, dedicado a sus responsabilidades u obligación, si bien es cierto que según avanza la edad, dentro de la familia, los más pequeños pueden adquirir otros compromisos u obligaciones puntuales y menores, como cuidar a un hermano pequeño u otros quehaceres domésticos, según las reglas o necesidad de cada núcleo familiar.
El hecho de estudiar, sin embargo, no es percibido por los menores en bastantes ocasiones como algo agradable o apetecible de hacer. Sino a menudo, como un deber incómodo y tedioso que les gustaría no tener que hacer.
Ciertamente, hay gran proporción de jóvenes que disfrutan del estudio y aprendizaje a diario, pero otro gran porcentaje, tiene problemas menores o mayores a la hora de sentarse frente a un libro y estudiar, aunque muchos lo acaban haciendo en el último momento o estudian para los exámenes o pasar el curso, con diversos grados de disgusto y éxito.
De igual manera, hay un porcentaje de niños y niñas que no desean estudiar de ninguna manera.
Y no encuentran el gusto y, cuyos padres, tampoco hayan la mejor forma de transmitirles el interés o la necesidad por el estudio y este grupo de estudiantes no siente ilusión cuando abre un libro, no tienen ganas de atender, descuidan totalmente las tareas o, sencillamente, dejan los exámenes totalmente en blanco. A menudo, en estos casos, se termina repitiendo algún curso escolar y los padres suelen tener una respuesta muy negativa ante estos fracasos.
Son muchos los padres y madres que se disgustan o enfadan ante el bajo rendimiento, pensando que la supuesta solución para hacerles despertar o reflexionar, está en mostrar descontento, a menudo bajo amenaza de quitarles tiempo con amigos o diversos castigos, que en su mayoría, no suelen obtener efecto ninguno, ya que la solución a este desinterés suele ser un asunto mucho más complejo y en el que, intervienen elementos de diferente naturaleza.
En incontables ocasiones, esa actitud negativa de los padres o las reprimendas frente a los malos resultados escolares, solo hace que las cosas empeoren, ya que además suele haber muchos motivos que los padres y madres desconocen en el origen de esa falta de ganas de los niños y niñas por cumplir con su compromiso escolar.
¿Qué se esconde tras el desinterés en la escuela?
Evidentemente, existen algunos casos en los que, el fracaso escolar, viene dado a raíz de problemas específicos de aprendizaje, pero en otras muchas ocasiones, son factores externos y psico-emocionales, los que provocan que el menor no se encuentre a gusto con su obligación escolar. Algunos de estos motivos son los siguientes:
Desmotivación
Es difícil explicar los beneficios de algo o la importancia de los estudios a la gente más joven, puesto carecen de muchas experiencias en la vida, algo que hace más complicado que puedan entender para qué sirve lo que aprenden en la escuela y tratar que lo asimilen sin más, significa pedir que comprendan esa necesidad mucho tiempo antes de que puedan aplicar lo aprendido.
La motivación se consigue cuando hay un objetivo claro y, a medida que crecemos, aprendemos y vivimos, avanzamos hacia ello.
En el caso de los niños y las personas más jóvenes, es necesario encontrar la manera transmitir la motivación por los estudios y lo que pueden suponer en su formación o para su vida personal y profesional el día de mañana. Se debe hacer entender no la importancia del estudio como aprendizaje inútil y mecánico, sino como aprendizaje real. Es un derecho fundamental, y en muchos casos, tristemente también un privilegio.
Quizá sea necesario recurrir a alguna forma mas creativa o educativa para que el niño o la niña se ponga a estudiar, en contraposición al castigo.
Una de las maneras más efectivas es conseguir conocer mejor a tu hijo/a. Saber cuales son sus puntos fuertes o sus hobbies o qué cosas le interesan para quizá poder guiarle en esa dirección o animarle a hacerlo. Esta actitud tiende a darle confianza y motivación y aumenta su seguridad y autoestima.
Como padres no podemos olvidar que la motivación se aprende y transmite.
No entender algunas asignaturas
En ocasiones y, sin que el niño/a tenga ningún problema de aprendizaje, se da el caso de que una materia o algunos contenidos concretos, se hacen más arduos para algunos alumnos.
Esto depende de varios factores. Hay asignaturas más y menos difíciles, y el alumno, puede encontrar dificultades de comprensión en ciertos contenidos. Esa falta de comprensión, puede desmotivar y llegar a causar problemas de autoestima al alumno, si ve que otros avanzan, en determinados temas o ejercicios.
Hay gente que tiene un mayor interés o un talento o afinidad para las lenguas y otros para las matemáticas, por ejemplo. Esta desmotivación puede frustrar y hacer creer al niño/a que no sirve o es menos inteligente.
Para atajar estas circunstancias, sea cual sea el caso, la ayuda de los padres es vital para saber dónde y cuando poner un refuerzo para esas clases o asignaturas en las que puedan ir peor. A veces es sencillo y explicándolo más veces o con más ejemplos, el alumno comprende sin más dificultad, y el problema y la ansiedad o el desánimo, se acaban en el momento, permitiéndole seguir avanzando.
En cualquier caso, una buena comunicación y ayuda por parte del profesor es algo en lo que se debe confiar para saber en qué hay que hacer hincapié.
Problemas familiares
Al contrario de lo que los padres puedan muchas veces pensar, los hijos, no son ajenos a los problemas familiares o tensiones dentro de casa, sino todo lo contrario. Son verdaderamente sensibles a las relaciones entre los adultos de casa, y absorben todos los problemas, la mayoría del tiempo en silencio, lo que provoca mucho malestar psicológico cuando el ambiente es difícil.
Así, en casos de discusiones fuertes o violencia doméstica, aunque simulen hacerse invisibles o desaparecer, están pendientes de lo todo que ocurre y lo que se dice.
En hogares en los que es algo demasiado habitual y los padres están más pendientes de su situación
que del sufrimiento del menor, estando irritados o ausentes, el niño sufre efectos directos sobre su estado psicológico a la hora de enfrentar su día a día en los estudios.
Los padres dejan de ejercer como cuidadores, y si el niño se siente abandonado o culpable, tiende también a perder la concentración necesaria y el interés por los estudios y, en muchas familias, esta es la primera causa de fracaso escolar.
Acoso escolar
La actitud agresiva o violenta, tanto verbal como física de algunos alumnos hacia otros compañeros más vulnerables, es sin duda otra gran lacra hoy en día en las escuelas y en nuestra sociedad en general.
El “bullying” es, tristemente, un fenómeno que ha ido in crescendo en las últimas décadas y que produce un impacto y secuelas muy potentes para el menor o adolescente que lo sufre, en mayor o menor grado, y se da ya incluso a muy temprana edad en colegios de primaria, además de en institutos.
Hay alumnos que lo sufren toda su infancia en silencio, afectando a su desarrollo y educación en gran medida, y aún queda mucha pedagogía y esfuerzo para hacer desaparecer esta lacra, que se ha sofisticado y multiplicado con el uso generalizado de redes sociales y teléfonos móviles, con chantajes y amenazas para intimidar y amedrentar a la víctima.
Estos malos tratos y humillaciones constantes son causa inmediata de la pérdida del interés por los estudios en la mayoría de casos, ya que el miedo paraliza. Es causa de fracaso escolar, y en los peores casos lleva incluso al suicidio.
La escuela deja de ser un lugar seguro donde ir a aprender para ser percibido como un lugar hostil y peligroso que no se puede abandonar durante varias horas todos los días. Un lugar donde puede ser agredido o increpado sin que nadie lo remedie, lo que obliga a mantener una actitud hipervigilante que produce ansiedad constante.
Ante estas circunstancias, es capital saber si el niño es víctima de acoso, aunque esto se complica debido al silencio y aislamiento y vergüenza que siente el menor. Ante síntomas claros de este tipo se debe hablar con los profesores o jefes de estudios y responsables del centro para determinar si el niño/ niña está sufriendo esta violencia, cuando él mismo no lo exprese o se le note un cambio brusco de actitud en casa o en los estudios.
Además ponerse en contacto con los padres de los compañeros que puedan estar haciendo ‘bullying’ puede ser útil, si se sabe quienes son, para que ellos mismos puedan hablar con los alumnos agresores y decidir qué hacer, junto con los educadores, y en cualquier caso, si están identificados, asegurarse de que otros padres y tutores conocen el problema y a los acosadores.
Es un tema complejo, y lo que es fundamental es que la víctima se pueda sentir protegido y apoyado por la familia, y por la institución una vez que el problema es evidente.
¿Cómo podemos ayudar a nuestro hijo a estudiar?
Conociendo algunas de las causas importantes del desinterés por estudiar, ¿Qué estrategias se pueden seguir para reconducir la situación y lograr buenos o mejores resultados? Veamos algunas:
Crear espacios de estudio
Disponer o crear el mejor ambiente para el estudio en casa es muy importante. En la medida de lo posible una habitación espaciosa dedicada a ello, sin distracciones o elementos tales como televisores o consolas, y los elementos necesarios para no tener que interrumpir el estudio o salir cada dos por tres de la habitación.
Un escritorio o mesa donde quepa el material escolar que necesite para estudiar, y una silla adecuada y cómoda además de luz suficiente y sin ruidos externos cercanos que puedan distraer.
Organizar el estudio
No todos los niños aprenden por sí mismos el orden y la organización en el estudio, si no nos ocupamos en que entienda los beneficios de hacerlo y lo empiece a practicar como costumbre.
Si el niño aprende temprano la responsabilidad de organizarse es una gran ventaja durante todo su periodo de estudios y aprendizaje. A la hora de hacer las tareas o deberes en casa, si el niño no aprende ese orden de sus padres es difícil que se acostumbre después.
Es útil desde los primeros años escolares usar calendarios, por trimestres y que tenga una noción organizativa y temporal que le ayude a saber distribuir el tiempo, horas de estudio y periodos de exámenes, o entregas de trabajos, etc. Es un hábito que si se mantiene es muy efectivo.
Colocar los calendarios en lugares visibles y reconocibles, distinguir con rotuladores de colores diferentes los tiempos de hacer los deberes de la semana, las temporadas de exámenes o controles concretos y entregas puede ser de gran ayuda para un buen hábito de estudio.
Establecer una rutina
Ayudar a los niños a generar una rutina es importante, ya que con el tiempo se acostumbrarán a los horarios establecidos de estudio. Empezar a determinar unos horarios más o menos estables durante la semana, no solo para las horas de estudio, sino para otras actividades, comidas, o las horas de sueño. Estas rutinas y horarios, aunque al principio cuesten, serán interiorizadas naturalmente al poco tiempo y darán una estabilidad vital para encarar su día a día en las clases .
Por ejemplo, asegurarse que el estudio es siempre a la misma hora, por ejemplo después de comer o por la tarde, al igual que la merienda y la cena, todos los días. Muchos niños deben madrugar bastante para estar en clase puntual a horas tempranas, y debería marcarse, una hora fija para irse a dormir que les permita descansar unas 8 horas como mínimo.
El sueño y el buen descanso es fundamental para su rendimiento.
Ni que decir tiene que por la mañana es conveniente no andar con prisas y dejar tiempo para un desayuno suficiente y lo más saludable posible.
Fomentar la gestión emocional y combatir la frustración
El estado de ánimo y las emociones influyen de manera directa en nuestra atención y nuestro grado de comprensión, y en los niños y niñas o adolescentes aún más ya que son volátiles e inexpertos a la hora de saber gestionar las emociones. Si se está disgustado, enfadado o cansado o molesto por tener que estudiar algo en concreto, o inquieto por la falta de tiempo para una determinada tarea que parece tediosa, es muy fácil desmotivarse. Para alguien de corta edad mucho más.
Si observamos al niño durante su estudio observaremos si hay signos de frustración o dificultad, y en dicho contexto, prestar ayuda necesaria. Hacer una pausa cuando hay un bloqueo en un momento dado, o por ejemplo, en vez de leer todo un tema seguido, dividirlo y hacer un descanso. Siempre es mejor animarle a parar un rato que obligarle en el momento de la frustración.
En. Ningún momento se sugiere una pausa que pueda desconcertar, o romper el momento de estudio, para salir o jugar, sino para calmarse y recobrar el ánimo.
Estudiar no es solo leerse el libro
Tratar de estudiar o integrar conocimientos no consiste en leer un libro de texto y tratar de memorizar sus contenidos. En la mayoría de sistemas educativos el niño/a ha crecido con esta creencia, ya que los libros han sido el material fundamental, y rara vez se ha extendido un sistema diferente, más eficaz y creativo para fomentar y disfrutar de estudiar o aprender en la escuela y en casa. Hay maneras más activas que no implican leer y mecanizar una memorización a corto plazo.
Hacer otro tipo de tareas que consoliden el aprendizaje es fundamental para alumnos de cualquier edad. No estudiar miles de páginas para pasar el examen y olvidar todo al día siguiente es el objetivo. Lo importante es comprender lo que se lee y se estudia e ir integrando los conocimientos
Usar resúmenes, anotaciones, tablas, cuadros, y hoy en día los millones de elementos y herramientas al alcance de los niños para aprender mejorará su rendimiento y sobre todo su concepto propio sobre lo que significa el aprendizaje para el propio desarrollo.
¿Deben los padres ayudar a los hijos a estudiar?
El interés de los padres por la evolución educativa de sus hijos debe ser algo diario, permanente y no limitarse estrictamente a los periodos de exámenes y notas sino durante todo el curso. Aún hoy persiste el debate sobre los padres deben ayudar a los hijos a estudiar. Es lógico, que deben encontrar un equilibrio y saber estar atentos y pendientes, saber si le surgen dudas y ayudarles a resolverlas en la medida de lo posible. Esto no implica estar con ellos a todas horas ni hacer los deberes con ellos cada día, pero sí mostrar un continuo interés y brindar apoyo.
Dependiendo de la situación, diremos que la respuesta es ‘si’, los padres deben ayudar a estudiar cuándo es de provecho hacerlo, sobre todo con los más pequeños, y así servir de apoyo y refuerzo que proporciona seguridad. Si se puede corregir algún fallo, faltas de ortografía, o cualquier cosa puntual y siempre que se esté seguro a la hora de poder ser de utilidad en un tema concreto.
Por otro lado, la respuesta es «no» cuando sabemos que se debe fomentar su autonomía y el niño es perfectamente capaz de realizar sus tareas y estudiar por sí mismo. Hacerle los deberes o trabajos es obvio que no soluciona nada ni ayuda a que aprenda a estudiar. Siempre se debe tener claro que deben desarrollar su propia autonomía y ejercer un rol activo en el estudio.
Una cosa sí está clara, y es que la ayuda o el apoyo que se preste, siempre debe ser pausada, cariñosa y comprensiva, evitando siempre ayudar con cara de desgana o tono displicente o condescendiente o con mal humor, que le haga asociar el estudio con algo desagradable que le provoca infelicidad. El niño no comprenderá que las personas que deberían estar de manera incondicional, lo menosprecien. Siempre es conveniente saber explicar lo que está mal, y halagar lo que está bien, animándole a seguir y así reforzar su motivación y mejorar su aprendizaje.