El dolor emocional
El dolor emocional, en algunos adolescentes, se traduce en pensamientos de hacerse daño o conductas de autolesión. De hecho, la mayoría de estos jóvenes con estas conductas lo hacen como una manera de sobrellevar situaciones de estrés y gran malestar. Aunque, a diferencia de otros dañinos mecanismos de afrontamiento, que por lo general suelen ser más fácilmente detectables, las conductas de autolesión suelen ser ocultadas fácilmente por estos jóvenes, tanto a familiares como a sus amigos, puesto que las marcas y heridas que se provocan, normalmente resultan sencillas de esconder, algo que hace más grave este tipo de comportamiento que, con el tiempo, y si no es detectado puede llegar a tener consecuencias todavía más graves.
Señales de alarma
Entre las señales físicas de estos comportamientos encontramos:
¿Qué entendemos por autolesión?
La Autolesión, también denominada conducta autolesiva, se produce cuando una persona se daña a sí misma de forma deliberada.
Entre las formas más comunes de autolesión encontramos los cortes en la piel, los golpes y las quemaduras, siendo la conducta más habitual la de cortarse la piel, en el 70 al 90 por ciento de los casos.
Dichos cortes se suelen realizar normalmente en brazos, piernas, abdomen o en el área genital empleando para ello distintos objetos y métodos para autolesionarse, como pueden ser las hojas de afeitar, tijeras, bolígrafos o navajas.
La mayor parte de estos jóvenes, como hemos comentado, se ocultan para autolesionarse, escondiendo las marcas y las cicatrices o empleando mentiras y falsos argumentos si se ven en la situación de tener que dar explicaciones.
Otras formas de autolesión incluyen:
La autolesión como mecanismo de afrontamiento
Según los estudios realizados, el porcentaje de jóvenes que en algún momento recurren a la autolesión durante la adolescencia es de casi 1 de cada 5, una cifra realmente alarmante. Debemos entender que el principal objetivo de esta conducta no es, en realidad, hacerse daño a sí mismos, sino más bien una manera de afrontar desesperadamente sentimientos negativos de gran intensidad, como la ira, la culpa o el vacío.
Esta conducta llega a convertirse en adictiva, pues, tras las sensaciones negativas intensas que sienten, la autolesión se presenta como una salida o una manera de detener el dolor, algo que les provoca una liberación y termina transformándose en un ciclo que se repite.
Además, debemos tener en cuenta que el cerebro de los adolescentes posee un mayor número de vías neuronales que son impulsadas por la dopamina, algo que genera en ellos una mayor tendencia a alimentar estos ciclos repetitivos de autolesiones, que además pueden presentar otras manifestaciones negativas como son los trastornos por uso de sustancias y las ideas suicidas.
Autolesión e ideación suicida
Aunque el comportamiento autolesivo no siempre es indicativo de ideación o intención suicida, existe una alta correlación entre ambos y se calcula que alrededor del 70 por ciento de los adolescentes que se autolesionan han intentado suicidarse al menos una vez, y el 55 por ciento ha intentado suicidarse más de una vez.
La naturaleza adictiva de las autolesiones hace que sea aún más probable que los jóvenes intensifiquen estas conductas, algo que puede terminar en el intento de suicidio.
¿Cómo actuar?
Descubrir que su adolescente se está autolesionando puede ser profundamente perturbador. Puede sentir conmoción, incredulidad, tristeza o ira. Todas estas emociones son válidas. Pero es importante recordar que su adolescente probablemente también esté sintiendo algunas, si no todas, de estas emociones.
El primer paso si descubre que su adolescente se ha autolesionado es mantener la calma. Es posible que no comprenda el alcance total de su comportamiento o por qué nos autolesionamos, pero es importante crear rápidamente un espacio seguro para el diálogo.
Mantenga la conversación abierta, fluida y sin prejuicios. Hágales saber que sus sentimientos son válidos. Recuérdales que los amas y no quieres que sufran. Pídales que traten de explicar cómo se sienten y, si tienen dificultades para hacerlo, afirme que está bien que aún no tengan las palabras.
Algunos adolescentes pueden disociar después de un episodio de autolesión. Si este es el caso, diga su nombre en voz alta en voz baja y sea paciente hasta que parezca más presente. Mientras tanto, administre primeros auxilios a cualquier lesión y evalúe si se necesita un mayor nivel de atención médica.
El siguiente paso es buscar apoyo profesional de salud mental para su adolescente.
En cualquier caso la educación es clave para reducir su prevalencia, así como la comunicación.
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